Sembrar valores tempranamente en los niños
permitirá que se desenvuelvan mejor en la sociedad. Educar en
valores es acompañar a los hijos en el proceso de respuesta libre y
personal sobre su propia identidad, y sobre los horizontes y metas que buscan
para su felicidad. Valores e identidad son, en consecuencia, dos realidades
inseparables. Una formación plena que permita configurar la identidad de un ser
humano en crecimiento, no puede desvincularse o prescindir de una seria y bien
planificada educación en los valores.
El protagonismo de los padres y más en la etapa de
educación infantil, es insustituible. Ellos son los que van a decidir qué
valores pretenden involucrar en la educación de sus hijos.
En la actualidad la profesión
del maestro se ha convertido en una de las más importantes por la
trascendencia que conlleva la formación y preparación de un ser humano, tanto
en el conocimiento como en la práctica de valores, lo cual convertirá al
alumno en una persona íntegra para la sociedad en la que se
desenvuelve.
De ahí parte el interés por fomentar los valores
en las instituciones, ya que la escuela debe interesarse y ocuparse de la
formación moral que contribuye a integrar a los alumnos a
la sociedad de forma autónoma y crítica, ayudándolos a
construir sus propios criterios permitiéndoles a la vez que se les apoye a
tomar sus propias decisiones para que determinen como vivir su propia vida.
Para que se de la transmisión de valores son de
vital importancia la calidad de las relaciones con las personas significativas
en su vida, sus padres, hermanos, parientes y posteriormente amigos y
maestros. Es además indispensable el modelo y ejemplo que estas personas
significativas muestren al niño, para que se dé una coherencia entre lo que se
dice y lo que se hace.